Pertenecemos a la Tierra y ella nos pertenece, más no como un objeto, nos pertenece por correspondencia, por ser parte de un todo, como pertenecemos a nuestro corazón de la misma forma que el nos pertenece, siendo Uno. Como el amado es parte de su amante y el amante es parte de su amado, como el Creador ama a su Creación y su Creación le ama en correspondencia: la Tierra se entrega a a Todos nosotros, a todos los seres quienes somos parte de ella.
Quiero dedicarte una canción, dedicártela a nombre de Tonantzin, nuestra querida madrecita Tierra, a nombre de todos los seres de la Tierra, a nombre del Sol y del Universo:
¿En que parte del camino dejamos de sabernos amados bajo nuestra confusión?
En que parte del camino nos olvidamos de lo que somos por tratar de ser lo necesario para sentirnos apreciados, por tratar de ganarnos el amor que ya es esencialmente nuestro, por tratar de sentir la pertenencia a la que ya pertenecemos.
En que punto perdimos el piso, el contacto con la Tierra y comenzamos a correr en pos del mérito y la felicidad que nunca alcanzaremos fuera porque están adentro ¿Cuándo perdimos la medida de todo al no reconocer la medida de nosotros mismos?

Extracto de Huehuetlatolli (palabra de nuestros abuelos) en un muro del museo de Antropología
Añoranza, pasión, compasión y dicha, emociones que quizás nos hayan parecido dormidas, apagadas; más subyacen siempre latentes bajo los puntos de vista rutinarios, prejuicios con los que valoramos lo que nos rodea. Siempre están ahí, prestos para aflorar porque son en esencia lo que somos.